7/29/2008

Viajamos, siempre.

Estamos salvados, aquellos que viajan en su propio tren. Existen también los que cambian sus carriles y chocan con tantos otros. Están los que van cambiando de trenes, aumentándose de energías ajenas, inclusive algunos se alimentan tanto de otro que cuando se realizan los dejan en total estado de inanición. Pero dentro de tamaña englobación nos encontramos los supervivientes, los que tenemos posesión de carriles, trenes y destinos.
Viajamos por millones de carriles, de distintas formas y con diferentes llegadas, pero jamas olvidamos el camino de vuelta y mucho menos de donde hemos partido.
Aveces nosotros mismos doblamos tantas veces que nos enredamos hasta el punto de creer volcarnos, ahí es cuando regresamos al principio y volvemos a pasar, mejor.
Nuestro trenes están llenos de energía positiva, vida y humanidad. Con tanto brillo despertamos la intriga por cada lugar que pasamos y como nunca dejamos de andar nuestros vagones se llenan de transeúntes que intentan explotar burbujas y encontrar las respuestas que buscan desesperadamente. Los que intentan iluminarse llegan a los primeros vagones, claro. Nuestros vagones se ordenan numericamente en grado y escala de intereses. No nos olvidamos de capitalizarnos. No, nosotros tampoco.
Estos que buscan iluminación se nutren y empiezan a saltar vagones, no nos resistimos, siempre sabemos los que van a llegar y los esperamos tan ansiosos que manipulamos si llegada y cuando aparecen nos atolondramos de enseñanza, hasta que por alguna extraña razón confundimos intenciones, nos ligamos y fundimos en relaciones meramente humanas, compartimos una alienación e interpretamos intercambiando los papeles, nos divierte tanto que olvidamos que en algún momento estos se bajan para dejar lugar a otros. Cuando se bajan sentimos que nuestro tren perdió el brillo, que chocaremos contra algo muy duro, nos duele. Ensayamos la ceguera hasta consumirnos. Anunciamos a los pasajeros restantes que el recorrido aquí termina, tenemos que volver al punto de partida, analizando cada curva, cada carril y lo mas importante volver a buscar a los que se bajaron por nuestras ordenes y a todo aquel que quiera subir.
Bien llegamos a la partida, empezamos otra vez un camino que seguramente tiene retorno, siempre retornamos.
Yo ya comencé la partida después del regreso, claro. He desatado a todos mis pasajeros, me encontré muchos otros que estaban esperando mi regreso, se han subido al tren y cada uno de ellos busca el confort de algún asiento que siga caliente para mayor seguridad, todavía me ven temblar por tensiones graves y agudas que no me permiten significar. Temen por mi bienestar, el tren aveces para y ahí es cuando nuevamente me aclaro la voz y les grito: -Salgamos a correr un rato sin atarnos a la comodidad de nuestros lugares, no tengamos miedo que cuando haga sonar mi silbato arrancamos de nuevo!.

No hay comentarios: